Las competencias del docente del siglo XXI
Imaginemos a un docente del siglo
XIX transportado a los entornos de aprendizaje de la actualidad. ¿Seguiría
siendo ese profesor del pasado competente para enseñar en el nuevo milenio? La
respuesta sería un enorme “depende” puesto que, aunque la disciplina de ese
maestro no haya cambiado mucho (aunque es improbable igualmente), sus
competencias para poder transmitir sus enseñanzas a una audiencia contemporánea
quizás si se hallen caducas y poco pertinentes. No es esta una pregunta
original ni novedosa, por tal motivo organizaciones como la UNESCO, académicos
como Carles Monereo o José Tejada, han querido establecer aquello que necesita
un docente para considerarse competente en el escenario educativo de nuestra
era y para tal fin en este documento se definirá que es competencia, se
revisará el propósito del desarrollo y evaluación de dichas competencias, se
listaran de manera general algunas de dichas competencias a partir de lo
planteado por los autores para finalizar con una reflexión crítica sobre la
percepción de la formación en competencias digitales para los docentes.
Empecemos por la definición misma
de competencia, que es, en esencia, el “conjunto de conocimientos y estrategias
que pueden permitir a un docente afrontar con éxito los problemas, conflictos y
dificultades que de forma más habitual se le presentan durante su ejercicio
profesional” (Monereo, 2009. p. 1). A partir de dicha definición, especialmente
subrayando el verbo afrontar, se puede deducir que las competencias capacitan
al educador para desempeñarse de la mejor manera en los procesos de formación,
es decir, que sin ellas no existe el docente como tal, puesto que devienen en
el puente entre lo aprendido y comprendido por el profesor y lo que se le
transmite (así como la manera cómo) a los estudiantes.
No obstante, las competencias
actuales difieren bastante de las que los docentes pudiesen haber requerido
hace unas cuantas décadas atrás. No basta únicamente con el conocimiento
disciplinar, sino que deben también enfrentarse a diferentes escenarios que
eran totalmente inexistentes en años anteriores, refiriéndose específicamente a
la necesidad de saber cómo acceder a recursos tecnológicos, a establecer
estrategias encaminadas a evitar el plagio, a regular el uso de la Internet, a
detectar el ciberacoso y muchas otras más que son totalmente emergentes. Un
docente por lo tanto debe no solamente desarrollar estas habilidades, sino que
deben ser monitoreadas con cierta regularidad a fin de establecer el estado de
pertinencia y actualidad respecto a lo que se espera del educador en su ámbito
de desempeño.
Los autores han dejado muy claras
las competencias que en la era digital un docente debe poseer para estar a la
altura de las demandas de su entorno: Tejada (2009) por ejemplo es muy
categórico en afirmar que un profesor actual debe ser un docente que “ha de
planificar, impartir, tutorizar y evaluar acciones formativas, elaborando y
utilizando medios y recursos didácticos promoviendo la calidad de la formación
y la actualización didáctica” (p.10) a la vez que distingue tres tipos de competencias
a desarrollar: las teóricas o conceptuales, las psicopedagógicas y
metodológicas y las sociales. No obstante, Tejada también contempla las TIC
como parte de las nuevas competencias, reconociendo que las mismas transforman
las dinámicas de la enseñanza, el rol del profesor y la percepción y motivación
de estudiante (p.12)
En este mismo aspecto, Monereo no
solamente define competencias, sino que también entiende la resistencia docente
a desarrollarlas y propone tres áreas de cambio: el rol profesional, la
enseñanza y el aprendizaje y los sentimientos asociados a la docencia. La
primera consiste en definir al profesor claramente como tutor, educador, o
específicamente matemático o químico, etc. según la disciplina, la segunda hace
referencia a tener claro lo que significa enseñar y aprender su materia
específica, y finalmente, que es lo que impulsa los actuares docentes en sí.
(2009. P. 3, 4)
Por otra parte, en un nivel
macro, la UNESCO ha venido trabajando en el desarrollo de unos estándares de
competencias que permiten distinguir tres grandes niveles divididos en orden
ascendente como: Nociones básicas de TIC, Profundización del conocimiento y
Generación del conocimiento. El primer nivel pretende preparar a los futuros
profesionales como una fuerza laboral que se valga de las TIC para desarrollar
la economía de determinada sociedad, se trata sin duda de una fase básica de
alfabetización digital. El segundo nivel, el de la profundización, pretende
agregar valor a los ya, supuestos, resultados económicos positivos. En ese
nivel, las competencias del conocimiento tradicional se apoyan en materiales
digitales que permitan articular esos conocimientos con la vida cotidiana de un
profesional. Finalmente, el último nivel, denominado el de la Generación del conocimiento,
pretende ya no mejorar la economía sino aumentar la productividad mediante la
formación de trabajadores que se dediquen a crear nueva información y
difundirla (2008).
Independientemente de las
diferentes intencionalidades de los diversos autores mencionados anteriormente,
es importante entender que el desarrollo de competencias TIC en el profesorado
no se asemeja, por ejemplo, a la voluntariedad de desarrollar o no procesos de
investigación. Mientras se reconoce que hay docentes con mayor vocación
académica que investigativa no se puede decir lo mismo de las competencias
digitales: simplemente se tienen o no se tienen y si no se tienen, las mismas
instituciones, los demás compañeros y los mismos estudiantes se encargarán de
que se desarrollen o simplemente se dé un paso al costado en caso de resistirse
demasiado. En nuestro mundo contemporáneo el desarrollo de las competencias en
TIC no es una opción sino un imperativo. Si bien Monereo (2009) y la UNESCO
(2008) lo plantean de manera muy clara y entendible, Tejada (2009) es
innecesariamente complejo al expresar sus postulados por lo que es entonces más
fácil relacionarse con las perspectivas de los primeros autores.
Sin lugar a dudas, un docente que
carezca de inquietud e interés en desarrollar sus competencias digitales está
en un estado anacrónico, no entiende que no es algo opcional, sino que se trata
de un proceso imperativo para estar vigentes ante las instituciones y los
mismos estudiantes. La bibliografía revisada en este escrito claramente ayuda a
entender que trasformaciones se deben dar para no parecer maestros
decimonónicos sino estar a la altura de las nuevas necesidades que se deben
enfrentar en el ámbito profesional y que se manifiestan en diversos niveles y
escalas que se han recopilado y documentado ampliamente y que permiten tener
una mejor orientación sobre lo que se espera de los maestros en la actualidad.
Referencias
Monereo, C (2009) Las competencias profesionales de los
docentes.
Tejada, J (2009) Competencias docentes. Revista Profesorado.
Vol 13, núm. 2.
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