viernes, 28 de abril de 2017

Evaluación - Diseño de la Actividad de Clase Magistral Teorías de Género

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viernes, 3 de marzo de 2017

Tercer Escrito - Segunda Versión

Las competencias del docente del siglo XXI

Imaginemos a un docente del siglo XIX transportado a los entornos de aprendizaje de la actualidad. ¿Seguiría siendo ese profesor del pasado competente para enseñar en el nuevo milenio? La respuesta sería un enorme “depende” puesto que, aunque la disciplina de ese maestro no haya cambiado mucho (aunque es improbable igualmente), sus competencias para poder transmitir sus enseñanzas a una audiencia contemporánea quizás si se hallen caducas y poco pertinentes. No es esta una pregunta original ni novedosa, por tal motivo organizaciones como la UNESCO, académicos como Carles Monereo o José Tejada, han querido establecer aquello que necesita un docente para considerarse competente en el escenario educativo de nuestra era y para tal fin en este documento se definirá que es competencia, se revisará el propósito del desarrollo y evaluación de dichas competencias, se listaran de manera general algunas de dichas competencias a partir de lo planteado por los autores para finalizar con una reflexión crítica sobre la percepción de la formación en competencias digitales para los docentes.

Empecemos por la definición misma de competencia, que es, en esencia, el “conjunto de conocimientos y estrategias que pueden permitir a un docente afrontar con éxito los problemas, conflictos y dificultades que de forma más habitual se le presentan durante su ejercicio profesional” (Monereo, 2009. p. 1). A partir de dicha definición, especialmente subrayando el verbo afrontar, se puede deducir que las competencias capacitan al educador para desempeñarse de la mejor manera en los procesos de formación, es decir, que sin ellas no existe el docente como tal, puesto que devienen en el puente entre lo aprendido y comprendido por el profesor y lo que se le transmite (así como la manera cómo) a los estudiantes.

No obstante, las competencias actuales difieren bastante de las que los docentes pudiesen haber requerido hace unas cuantas décadas atrás. No basta únicamente con el conocimiento disciplinar, sino que deben también enfrentarse a diferentes escenarios que eran totalmente inexistentes en años anteriores, refiriéndose específicamente a la necesidad de saber cómo acceder a recursos tecnológicos, a establecer estrategias encaminadas a evitar el plagio, a regular el uso de la Internet, a detectar el ciberacoso y muchas otras más que son totalmente emergentes. Un docente por lo tanto debe no solamente desarrollar estas habilidades, sino que deben ser monitoreadas con cierta regularidad a fin de establecer el estado de pertinencia y actualidad respecto a lo que se espera del educador en su ámbito de desempeño.

Los autores han dejado muy claras las competencias que en la era digital un docente debe poseer para estar a la altura de las demandas de su entorno: Tejada (2009) por ejemplo es muy categórico en afirmar que un profesor actual debe ser un docente que “ha de planificar, impartir, tutorizar y evaluar acciones formativas, elaborando y utilizando medios y recursos didácticos promoviendo la calidad de la formación y la actualización didáctica” (p.10) a la vez que distingue tres tipos de competencias a desarrollar: las teóricas o conceptuales, las psicopedagógicas y metodológicas y las sociales. No obstante, Tejada también contempla las TIC como parte de las nuevas competencias, reconociendo que las mismas transforman las dinámicas de la enseñanza, el rol del profesor y la percepción y motivación de estudiante (p.12)

En este mismo aspecto, Monereo no solamente define competencias, sino que también entiende la resistencia docente a desarrollarlas y propone tres áreas de cambio: el rol profesional, la enseñanza y el aprendizaje y los sentimientos asociados a la docencia. La primera consiste en definir al profesor claramente como tutor, educador, o específicamente matemático o químico, etc. según la disciplina, la segunda hace referencia a tener claro lo que significa enseñar y aprender su materia específica, y finalmente, que es lo que impulsa los actuares docentes en sí. (2009. P. 3, 4)

Por otra parte, en un nivel macro, la UNESCO ha venido trabajando en el desarrollo de unos estándares de competencias que permiten distinguir tres grandes niveles divididos en orden ascendente como: Nociones básicas de TIC, Profundización del conocimiento y Generación del conocimiento. El primer nivel pretende preparar a los futuros profesionales como una fuerza laboral que se valga de las TIC para desarrollar la economía de determinada sociedad, se trata sin duda de una fase básica de alfabetización digital. El segundo nivel, el de la profundización, pretende agregar valor a los ya, supuestos, resultados económicos positivos. En ese nivel, las competencias del conocimiento tradicional se apoyan en materiales digitales que permitan articular esos conocimientos con la vida cotidiana de un profesional. Finalmente, el último nivel, denominado el de la Generación del conocimiento, pretende ya no mejorar la economía sino aumentar la productividad mediante la formación de trabajadores que se dediquen a crear nueva información y difundirla (2008).

Independientemente de las diferentes intencionalidades de los diversos autores mencionados anteriormente, es importante entender que el desarrollo de competencias TIC en el profesorado no se asemeja, por ejemplo, a la voluntariedad de desarrollar o no procesos de investigación. Mientras se reconoce que hay docentes con mayor vocación académica que investigativa no se puede decir lo mismo de las competencias digitales: simplemente se tienen o no se tienen y si no se tienen, las mismas instituciones, los demás compañeros y los mismos estudiantes se encargarán de que se desarrollen o simplemente se dé un paso al costado en caso de resistirse demasiado. En nuestro mundo contemporáneo el desarrollo de las competencias en TIC no es una opción sino un imperativo. Si bien Monereo (2009) y la UNESCO (2008) lo plantean de manera muy clara y entendible, Tejada (2009) es innecesariamente complejo al expresar sus postulados por lo que es entonces más fácil relacionarse con las perspectivas de los primeros autores.

Sin lugar a dudas, un docente que carezca de inquietud e interés en desarrollar sus competencias digitales está en un estado anacrónico, no entiende que no es algo opcional, sino que se trata de un proceso imperativo para estar vigentes ante las instituciones y los mismos estudiantes. La bibliografía revisada en este escrito claramente ayuda a entender que trasformaciones se deben dar para no parecer maestros decimonónicos sino estar a la altura de las nuevas necesidades que se deben enfrentar en el ámbito profesional y que se manifiestan en diversos niveles y escalas que se han recopilado y documentado ampliamente y que permiten tener una mejor orientación sobre lo que se espera de los maestros en la actualidad.

Referencias

Monereo, C (2009) Las competencias profesionales de los docentes.

Tejada, J (2009) Competencias docentes. Revista Profesorado. Vol 13, núm. 2.

UNESCO (2008) Estándares de competencias en TIC para docentes

viernes, 17 de febrero de 2017

Tercer Escrito

Las competencias del docente del siglo XXI

Imaginemos a un docente del siglo XIX transportado a los entornos de aprendizaje de la actualidad. ¿Seguiría siendo ese profesor del pasado competente para enseñar en el nuevo milenio? La respuesta sería un enorme “depende” puesto que, aunque la disciplina de ese maestro no haya cambiado mucho (aunque es improbable igualmente), sus competencias para poder transmitir sus enseñanzas a una audiencia contemporánea quizás si se hallen caducas y poco pertinentes. No es esta una pregunta original ni novedosa, por tal motivo organizaciones como la UNESCO, académicos como Carles Monereo y José Tejada han querido establecer aquello que necesita un docente para considerarse competente en el escenario educativo de nuestra era.

Ante todo, hay que partir de la definición de competencia, que es en esencia el “conjunto de conocimientos y estrategias que pueden permitir a un docente afrontar con éxito los problemas, conflictos y dificultades que de forma más habitual se le presentan durante su ejercicio profesional” (Monereo, 2009. p. 1). Es decir, cómo se desenvuelve un maestro ante los problemas cotidianos, que hoy en día se traducen más en cómo acceder a recursos tecnológicos, a evitar el plagio, a regular el uso de la Internet, a detectar el ciberacoso y un largo etcétera. Monereo no solamente define competencias, sino que también entiende la resistencia docente a desarrollarlas y propone tres áreas de cambio: el rol profesional, la enseñanza y el aprendizaje y los sentimientos asociados a la docencia. La primera consiste en definir al profesor claramente como tutor, educador, o específicamente matemático o químico, etc. según la disciplina, la segunda hace referencia a tener claro lo que significa enseñar y aprender su materia específica, y finalmente, que es lo que impulsa los actuares docentes en sí. (2009. P. 3, 4)

En ese orden de ideas, Tejada (2009) es categórico en establecer que un profesor actual debe ser un docente que “ha de planificar, impartir, tutorizar y evaluar acciones formativas, elaborando y utilizando medios y recursos didácticos promoviendo la calidad de la formación y la actualización didáctica” (p.10) a la vez que distingue tres tipos de competencias a desarrollar: las teóricas o conceptuales, las psicopedagógicas y metodológicas y las sociales. No obstante, Tejada también contempla las TIC como parte de las nuevas competencias, reconociendo que las mismas transforman las dinámicas de la enseñanza, el rol del profesor y la percepción y motivación de estudiante (p.12)

En un nivel macro, pero específicamente en el aspecto de las TIC, la UNESCO ha venido trabajando en el desarrollo de unos estándares de competencias que permiten distinguir tres grandes niveles divididos en orden ascendente como: Nociones básicas de TIC, Profundización del conocimiento y Generación del conocimiento. El primer nivel pretende preparar a los futuros profesionales como una fuerza laboral que se valga de las TIC para desarrollar la economía de determinada sociedad, se trata sin duda de una fase básica de alfabetización digital. El segundo nivel, el de la profundización, pretende agregar valor a los ya, supuestos, resultados económicos positivos. En ese nivel, las competencias del conocimiento tradicional se apoyan en materiales digitales que permitan articular esos conocimientos con la vida cotidiana de un profesional. Finalmente, el último nivel, denominado el de la Generación del conocimiento, pretende ya no mejorar la economía sino aumentar la productividad mediante la formación de trabajadores que se dediquen a crear nueva información y difundirla (2008).

Sin lugar a dudas, tanto las iniciativas individuales académicas como las institucionales macro de establecer competencias para los docentes actuales en materia de TIC solamente están respondiendo a la necesidad latente de determinar el verdadero rol del profesor en nuestra sociedad contemporánea. Ya no solamente se requieren profesores que sepan de contenidos, sino que sepan transmitirlos de la mejor manera mediante los recursos digitales disponibles, lo cual sin duda genera resistencias pero que deben salvarse para seguir vigentes y construyendo conocimiento en vez de quedarse relegados como profesores caducos y fuera de tiempo.





Referencias

Monereo, C (2009) Las competencias profesionales de los docentes.


Tejada, J (2009) Competencias docentes. Revista Profesorado. Vol 13, núm. 2.


UNESCO (2008) Estándares de competencias en TIC para docentes